Milito

Omar Fernando Mejía Agüero
2 min readApr 23, 2022

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Milito tenía la “cutter” en sus manos, estaba llorando mientras amenazaba al grupo. La maestra detrás de su escritorio gritaba que se calmara y el salón entero atrás de ella. Era 4º grado de primaria y lo que parecía una clase de español aburrida se transformó en un “sálvese quien pueda” o eso pensé mientras salía corriendo del aula.

Milito era un estudiante mucho mayor que todo el grupo. Venía de un hogar “disfuncional” con todos los conflictos internos que puede tener un niño de su edad que ha sido abandonado y criado en un espacio lleno de violencia y drogas. Eso fue lo que escuché.

Aquel día, alrededor de las 3:30 pm justo después de que acabara el segundo recreo explotó. Todos los fantasmas que traía en su cabeza hicieron que decidiera atacar al grupo con el objeto más peligroso al que tenía alcance dentro del aula. Después de que salí corriendo (y el resto del grupo atrás mío) nos quedamos afuera por unos minutos mientras la situación se calmaba. Al cabo de un momento entramos, llamados por la maestra quien nos exigía que lo hiciéramos de manera ordenada para continuar con la clase como si no hubiese pasado nada. Mientras caminaba al pupitre vi que él estaba coloreando un dibujo. Era un planeta Tierra y usaba un color celeste para pintar los océanos. Estaba pintando el Océano Pacífico… Curioso no?, el Pacífico…

Me sorprendió la mirada de paz que tenía mientras pintaba su dibujo. Ahora pienso que él necesitaba explotar para liberarse, soltar todos los nudos de su garganta. Tal vez había descubierto que esa era una forma de encontrar calma y tal vez, solo tal vez fue eso lo que lo llevó a estrellarse contra un autobús en su pequeña motocicleta 4 años más tarde.

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